Seguro que en los últimos tiempos has oído hablar de el titanio o el circonio como materiales ideales para un implante dental. Su popularidad creciente de una parte a aquí se debe a sus excepcionales cualidades como materiales biocompatibles: es decir, que se integran perfectamente con los tejidos vivos de la boca sin crear ningún tipo de incompatibilidad.
El titanio, por sus características tan únicas, es uno de los más utilizados para todo tipo de prótesis dentales. Y es que, por hacer un resumen simplificado, se trata de un material que no se degrada y se acopla de manera casi perfecta con nuestra estructura ósea. O sea, que es como si fuera un hueso más
Esto se debe a que el titanio es indetectable para nuestras defensas. Todo material implantado está en contacto con fluidos orgánicos que terminan por oxidarlo y hacer que libere átomos. Estos, al entrar en contacto con proteínas del cuerpo, hace que nuestro sistema inmunitario los interpreten como enemigos.
Todo ello da lugar al rechazo de la pieza. Ocurre así incluso con implantes elaborados con ‘acero inoxidable’, por ejemplo. En cambio, el titanio, aunque se oxida, no libera átomos. Su estructura permanece estable e inalterada de modo que el hueso termina por hacer suyo ese elemento extraño que se le ha implantado. ¿Curioso, verdad? ¡Es el futuro!